A mediados de los años ochenta, la música popular en los Estados Unidos era el mejor ejemplo de los efectos del gobierno conservador de Ronald Reagan. Con la censura a todo vapor en Washington, que la industria discográfica convirtiera en un arte la esterilización de la música para poder venderla a la generación hija de los come flor de los sesenta, era toda una ironía. Pero esta era la única manera en que iban a poder colocarlos en discotiendas, so pena de ser multados por indecencia y antiamericanismo.
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