Adam Yauch y la complicada evolución de los Beastie Boys

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Martes, 18 Febrero 2020 02:00
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Los Beastie Boys desayunando. Los Beastie Boys desayunando. © 1987 Paul Natkin/Wireimage

Aunque Adam Yauch murió hace casi tres meses, nunca será tarde para escribir sobre su influencia en la música pop y rock contemporánea. La cual, por cierto, es más amplia de lo que creen aquellas generaciones que juran que el rap y el hip-hop (y todos sus derivados) siempre han estado en el tope de las carteleras musicales.

Siendo un miembro de lo que los demógrafos norteamericanos llaman la Generación X (nací en 1970) y fanático inexplicable del Rock & Roll por mi crianza en un hogar más bien criollo en el interior de Venezuela, fui expuesto a un universo musical donde el único representante no anglosajón era Jimi Hendrix.

En ese mundo pre-todo (especialmente pre-Internet) mi ignorancia sobre los orígenes del Rock & Roll se debía mayormente a la escasez de la misma información que hoy día más bien nos abruma sobre lo que ahora se etiqueta—sin restricciones—como entretenimiento o simple pop culture. Etiquetas algo humillantes—por cierto—para alguien que creció creyendo el disco era cultura.

Dentro de ese universo basado en la escasa colección de discos que tenía a mi disposición, Los Beatles habían sido los creadores de todo. Antes de ellos no había sino un montón de barbaros golpeando sus instrumentos en géneros por los que no sentía absolutamente nada y a los cuales desprecié hasta que mis horizontes históricos se ampliaron y dejé de estar bajo el embrujo del régimen de payola local.

La radio—sin ninguna duda—también jugó un papel fundamental en mi ignorancia musical ya que, como el resto del país, estaba marcada por un sistema de clases del que todos los amantes del rock nos creíamos amos y señores. Esto era porque el Rock & Roll (o lo que yo sabía del Rock & Roll) coronaba esa sociedad piramidal que del segundo escalafón para abajo agrupaba a todos aquellos iletrados que no se derretían por un solo de guitarra eléctrica.

Sin embargo, yo no estaba completamente equivocado. A pesar que Los Beatles no inventaron la música, el legado de la banda es tan impresionante que aún hoy en día sus ideas impulsan gran parte del mercado pop. Y aquellos contemporáneos o herederos que también reinaron por años sobre mis gustos (Los Rolling Stones, The Who, Pink Floyd, Led Zeppelin y demás) demostraron tal pasión y destreza en sus composiciones e interpretaciones que uno no puede sino quitarse el sombrero ante un trabajo bien hecho.

Pero para comienzos de los años 1980 la gran torre de naipes que había alabado desde que aprendí a colocar una aguja sobre un acetato empezó a dar muestras de agotamiento estructural y pronto se desmoronaría bajo su propio peso. No por ningún tipo de deficiencia, sino porque cada banda, cada letra, y cada acorde de Rock & Roll que conocía tenía sobre sí un legado de casi un siglo que hasta entonces desconocía y que hasta al sol de hoy alimenta al género.

Y así como Los Beatles no habían inventado el Rock & Roll y simplemente habían sido el puente entre músicos de diferentes épocas, generaciones y realidades y el público en general, Adam Yauch tuvo la oportunidad de vivir y reconocer el valor de una corriente musical para transformarla en lo que hoy son varios géneros establecidos. Como con Los Beatles, con Yauch todo fue cuestión de estar en el lugar indicado, en el momento indicado, para ser tocado por la divina gracia del azar.

Yauch, quien nació poco menos de 6 años antes que yo, posiblemente tuvo un crecimiento musical similar al mío aunque más prolongado. Para 1979 ya había fundado a los Beastie Boys como una banda de hardcore punk que gozó de cierta notoriedad en la escena del downtown neoyorquino que tanto había producido desde comienzos de década. Sus influencias entonces eran mayormente punk (Black Flag estaba en el tope de la lista, como puede oírse en "Polly Wog Stew"—el extra denso primer EP de la banda) pero las cosas cambiarían rápidamente debido a su domicilio y a un evento fortuito ocurrido dos años antes.

En los años 1970 la subcultura del Hip-Hop (no se consideraría un género musical hasta mucho más tarde) estaba mayormente reservada al municipio neoyorquino del Bronx. Centrada en el grafiteo, el baile, pinchar discos y el rapeo, este fenómeno social fue exclusivo de la juventud negra y latina hasta que ocurrió el gran apagón de Nueva York de 1977.

Durante el día que duró el apagón hubo saqueos generalizados en toda la ciudad que pusieron en el mercado negro gran cantidad de equipos de sonido que hasta entonces tenían costos prohibitivos para las clases más bajas. La posterior reventa de estos equipos a precios solidarios llevó a la diseminación del Hip-Hop por todas las barriadas de la ciudad, incluyendo Brooklyn y el dilapidado bajo Manhattan, hogar en esa época de los Beastie Boys.

Uno de los elementos más reconocibles del Hip-Hop es la práctica de lo que hoy se conoce como sampling. Sampling era y aún es el corazón del Hip-Hop, cuya ideología ingenua se centraba en la actualización de expresiones culturales y artísticas mediante la reinvención de estructuras y significados sin importancia para su audiencia. Samplear permitía a sus creadores utilizar material ya grabado para crear composiciones originales, las cuales se comercializaban informalmente entre una público menospreciado por las grandes disqueras.

Por su parte, el rapping, que en esencia es una recitación poética con un fondo rítmico (comúnmente el sampleo repetitivo de una sección de percusión) daba voz a una clase social sin mayores recursos para expresarse y que a nivel pictórico había transformado en lienzos las paredes de Nueva York a punta de latas de pintura en aerosol.

Y mientras decenas de bandas se peleaban por tocar en CBGB (incluyendo los Beastie Boys) para tener la lejana posibilidad de ser vistos y oídos por algún ejecutivo de una disquera, la subcultura del Hip-Hop generó su propio mercado a punta de fiestas en las calles y la distribución de casetes que usualmente se grababan durante dichos eventos. Con todo lo revolucionario que el punk había sido (y a pesar de sus obvias similitudes ideológicas) nunca lo fue más que el Hip-Hop. Pero este último movimiento no desbordaría hacia el público general hasta que Yauch y compañía decidieron (como Los Beatles) servir de puente entre músicos de diferentes realidades y un mundo musicalmente parcializado y conservador. Ese era el mundo en que yo vivía.

El apagón de Nueva York fue en 1977, Beastie Boys se fundó en julio de 1979, en noviembre The Sugarhill Gang editó "Rapper's Delight" (el primer rap con amplia distribución radial) y en 1981 Blondie (otra banda salida de CBGB) llegó al tope de la cartelera con "Rapture". Aunque un mezclote de diferentes géneros, "Rapture" tuvo una especie de epílogo rapeado y se le considera el primer rap en llegar al tope de las carteleras.

En apenas unos años el Hip-Hop había salido lentamente del anonimato para influenciar artistas neoyorquinos de todas las tendencias. Incluyendo a Yauch, que de punketo rajado pasó a rapero purasangre para cuando editó su primer sencillo con Beastie Boys en 1983.

Entonces ya Yauch había adoptado el seudónimo MCA y había cambiado los jeans y el cuero por playeras de baloncesto y gorras ligeramente inclinadas sobre la cabeza. Una peligrosa iniciativa que muy bien pudo costarle la carrera a la banda, pero que terminó abriendo puertas porque a diferencia de otros que vendrían más adelante, los cambios no eran pose ni mercadeo—representaban una genuina y total asimilación de una subcultura que estallaba de lo madura y que estaba a punto de incrustarse en el genotipo de géneros musicales de todos los tipos. Para Yauch y sus compañeros esos géneros eran el punk, el metal y el rock pesado, a los cuales no tardaron mucho en samplearle hasta los cencerros.

Con ese patrimonio en las espaldas los Beastie Boys impulsaron una de las amalgamas con mayor potencial desde el nacimiento del R&B. Pero aún faltaba camino por recorrer tanto para el proto-Hip-Hop como para los Beastie Boys, quienes de la mano de Yauch sobrevivieron la más bien temprana decadencia del género con inesperada elegancia.

Ya para mediados de los años 1980 los intérpretes del Hip-Hop comenzaron a explotar los peores aspectos de la vida urbana que los alimentaba. Y en vez mantenerse como voceros de las masas desposeídas y minoritarias de los EE.UU., comenzaron a reflejar los aspectos más viscerales de sus existencias en composiciones en las que el materialismo, la misoginia y la ignorancia súbitamente se convirtieron en virtudes.

Los Beastie Boys siguieron este patrón en su álbum debut, en el que exaltaron la irresponsabilidad y el fiesteo y explotaron el machismo de su base de seguidores con escenarios decorados con latas de cerveza gigantes y un gran pene inflable de 6 metros de altura. De hecho, la incongruencia entre el genio y la chabacanería de "Licensed to Ill" llevó a la revista Rolling Stone a titular la crítica del álbum, "Tres idiotas crean una obra de arte".

Por eso es notable ver como en los diez años posteriores a la salida del primer sencillo de la banda en 1983, Yauch se desvió completamente de los motivos que comenzaron a alimentar al Hip-Hop y nunca miró hacia atrás. Así que mientras en "Cookie Puss" (1983) su banda rapeaba a todo gañote…

I'm talkin' now B.
Damn bitch hang up, I'll kick your ass bitch

…y en "Girls" (1986) no midió palabras para describir el deber ser de las mujeres…

To do the dishes/Girls
To clean up my room/Girls
To do the laundry/Girls
And in the bathroom/Girls
That's all I really want is/Girls
Two at a time I want/Girls

…para 1994 se había vuelto vocero conservador contra la misoginia en la música como se nota en "Sure Shot":

I want to say a little something that's long overdue
The disrespect to women has got to be through
To all the mothers and the sisters and the wives and friends
I want to offer my love and respect to the end

Un episodio curioso al respecto sucedió en 1998 cuando Yauch se enfrentó a Liam Howlett (de la banda The Prodigy) ante la mera posibilidad de que el último interpretara "Smack My Bitch Up" en el Festival de Reading. The Prodigy no cedió y Yauch trató (sin éxito) de usar sus influencias para botarlos del festival porque consideraba que la canción promovía la violencia contra las mujeres. Al final, Howlett le llamó hipócrita, compartió el conflicto con el público, y cantó "Smack My Bitch Up" sin el más mínimo remordimiento.

Discutir si Yauch tenía razón o no está más allá del objetivo de este artículo, pero el enfrentamiento refleja la enorme evolución de la banda desde su creación y la clave de su éxito durante casi tres décadas: el haber reconocido que la mediocridad usualmente es recompensada en el negocio de la música, pero no tiene cabida en sus planes a largo plazo.

Esto es obviamente claro en "Paul's Boutique", el segundo álbum de la banda, que aunque es sónicamente similar a "Licensed to Ill", conceptualmente no puede estar más distanciado.

Para este autor, una de las razones para este cambio fue que la banda se percató (por ellos mismos o a través de otros) de que asimilar un género musical no necesariamente significa pertenecer al mismo. Después de todo, ellos eran tres chicos judíos de clase privilegiada que poco tenían en común con sus colegas y que en su primer disco ya habían demostrado que eran ajenos a sus circunstancias. Para ellos el Hip-Hop era bonche, y mujeres y caña, ¿qué más podían añadir a este discurso? ¿Más fiestas? ¿Más penes gigantes? Asombrosamente, mucho más, gracias a que se dieron cuenta a tiempo de sus flaquezas antes de terminar convertidos en caricaturas.

Esto llevó a que "Paul's Boutique" fuera un inmenso fracaso de ventas cuando fue editado en julio de 1989. Sus seguidores esperaban un "Licensed to Ill 2" y en vez de eso consiguieron a un grupo en proceso de maduración. Nadie se la comió, pero diez años más tarde el álbum ya era considerado punto de referencia obligatorio en un género que aunque nunca les perteneció, supieron cómo recrearlo. En "Paul's Boutique", tan lleno como está de sampleos de otros artistas, en realidad los Beastie Boys se samplearon a sí mismos, actualizando y reinventando una visión cuyo significado había perdido importancia para ellos mismos.

Aunque Yauch no era el líder de los Beastie Boys (cuya estructura era bastante democrática) él fue quien impulsó estos cambios debido a la enorme evolución en su vida personal entre álbumes. Empezando por su inmersión en el budismo y el vegetarianismo y terminando con su dedicación a la filantropía. El resto de la banda seguiría sus pasos, y al final de sus días terminaría siendo—efectivamente—el barómetro estético de un grupo que muy bien pudo haberse quemado de no haber reconocido que la permanencia, irónicamente, sólo es posible mediante el cambio.

 

Leído 9082 veces Modificado por última vez el Miércoles, 26 Febrero 2020 01:41

Media

Entrevista a Beastie Boys en el 2004.