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Gardel: El hombre con la bala en el pecho

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Sábado, 15 Febrero 2020 02:00
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Carlos Gardel cantando para NBC en 1934. Carlos Gardel cantando para NBC en 1934. © Bettmann/CORBIS

Ser una estrella del tango equivale, hoy en día, a algo menos que nada. Pocos jóvenes saben de este género musical y hablar del mejor tangueador es lo mismo que hablar del mejor karateca esquimal, músico zulú o policía noruego. Pero esto no siempre fue así. A principios del Siglo XX un baile producto de la escuela musical europea y la mezcla cultural americana empezó a popularizarse con la llegada del fonógrafo. La radio terminaría de expandirlo por el mundo como una maldición.

El ritmo no era nuevo. Sus orígenes, en los nombres de sus primeros interpretes, dejan fe de que ya existía al menos desde mediados del Siglo XIX.

Uno de esos grandes había sido un tal Casimiro Aín, "El Vasquito". Aín—a quien se le considera como uno de los precursores del tango moderno y responsable de su popularidad en Europa—obtuvo tal reconocimiento en ese continente que llegó a llamar la atención del Papa Pío X, a cuyos oídos llegaron las quejas de los obispos franceses acerca de un baile que tachaban de pecaminoso. La población argentina en París era numerosa y en los bares de sus guetos el baile era ya una forma de vida.

Desde los púlpitos los religiosos franceses fustigaron al baile con promesas iracundas de castigo celestial a quien se le ocurriera echar un pie. El Papa, queriendo ver el asunto por él mismo, autorizó una audiencia para ver de qué se trataba todo el escándalo. Para evitar suspicacias, una pareja de hermanos bailó una versión limpia del baile por lo que Pío no entendió toda la bulla y entre bostezos opinó que era lo más aburrido que había visto en su vida. En cambio pidió a los bailarines que más bien interpretaran una furlana. Pero la molestia no se aplacó y más tarde Pío XI, el destino de los mismos rumores, pidió verlo también. "El Vasquito" fue la estrella de esa ocasión.

El 1° de febrero de 1924, a las 9 de la mañana, Casimiro Aín compareció ante Pío XI con su acompañante. El Tango elegido fue uno llamado "Ave María", que no tenía nada que ver con un Ave ni mucho menos con María. Para finalizar la ejecución Aín improvisó un movimiento que terminaba el baile con ambos bailarines de rodillas frente al Papa. Pío XI no dijo una palabra y se retiró de la audiencia como si nunca hubiese estado allí. Después de esto hubo rumores de su prohibición por parte del Papa, el Káiser Guillermo II y la Reina de Inglaterra, pero estos sólo aumentaron su popularidad.

Los que bailan tango se abrazan fuertemente y ejecutan movimientos aparentemente violentos y realmente sensuales. Su música es distinguida fácilmente de cualquier otra cosa que se haya escuchado antes, con golpes acentuados e interrupciones bruscas de la continuidad rítmica. Normalmente no se necesita más que una voz y una guitarra como acompañamiento. Las letras de las canciones son narraciones románticas—muchas veces trágicas—sobre la vida del hombre común y sus problemas, y su música expresa esto tan perfectamente que no hay necesidad de entender el español para saber que un tango es acerca de un corazón roto, de una distancia o de un fracaso. En medio de estas circunstancias, el tango explotó durante la Primera Guerra Mundial, cuando millones de hombres y mujeres lidiaban con estos mismos sentimientos en todo el planeta.

Para entonces ya la historia del tango se había empezado a escribir, pero no en las iglesias y bares de París, sino más al sur, en la ciudad de Toulouse, donde el 11 de diciembre de 1890 fue presentado en el registro civil un niño a quien su madre había bautizado como Charles Romuald Gardes. En la partida de nacimiento se dejó constancia de la hora del nacimiento—las dos de la mañana. En la última línea el jefe civil estampó la marca de Caín para un niño en la sociedad de ese entonces, naturel.

Pero Marie Berthe Gardes, madre de Gardel, también tenía su historia. Había crecido en Toulouse, ciudad donde el matrimonio de su madre, Helene Camares, había terminado en desilusión. Sin la posibilidad del divorcio (estaba prohibido en esa época) la pareja se había separado y ella terminó en los brazos de un amigo de la familia, un tal Louis Carichou. Este, junto a Helene y sus dos hijos Berthe y Jean, decidieron entonces probar suerte en la tierra prometida de los europeos, América. Específicamente en Venezuela. Pero las oportunidades nunca se presentaron y la única bendición que recibieron de esa tierra de gracia fue una tercera boca que alimentar, Charles Romuald, quien nació en Puerto Cabello en 1876. Este tío dejaría en la historia de su sobrino algo más que el nombre. El medio hermano de Berthe moriría en 1918 durante la Primera Guerra Mundial y su personalidad sería confundida y trastocada por los historiadores del futuro zorzal criollo.

Sin suerte, Louis y Helene regresaron a Francia pero su situación económica no mejoró. Y para empeorar las cosas, Berthe, quien en pocos años había mutado en una almibarada adolescente, no tardó en encontrar un zángano que le hiciera el favor de cambiarle la vida. El padre de Gardel nunca lo reconoció—según algunos porque estaba casado, según otros por simple sinvergüenzura—y su conducta trajo el oprobio sobre Berthe. En el futuro él trataría un acercamiento pero se estrellaría con la negativa no sólo de su ex-amante, sino también con la de su hijo.

Quizás por las presiones familiares, quizás por la situación económica, quizás por ambas, Berthe empezó a expandir sus horizontes. Y aunque había visto a su madre fracasar en América, estaba dispuesta a intentarlo otra vez. Ella era jóven y trabajadora así que no había por qué pensar en el fracaso. Pero en vez de Venezuela, ahora quería ir a otro país que se especulaba era el más europeo de todo el continente. Berthe y el pequeño Charles arribarían a Buenos Aires el 9 de marzo de 1893.

En Buenos Aires la situación de los Gardes no fue fácil, pero no tardaron en adaptarse. Aunque vivieron en barrios humildes Charles iba a la escuela sin problemas—donde sin ser un genio—se destacó como un estudiante regular graduándose de primaria en 1904. El bachillerato no correría la misma suerte. En 1906 el niño abandonaría la escuela para siempre durante el segundo año y se dedicaría a hacer vida en las calles, donde pronto se dio cuenta de su talento para el canto. Su voz era excepcional. Tan clara, fuerte y aterciopelada, que no necesitaba escuela. Tan perfecta en su ejecución que los argentinos hoy en día aseguran que cada día canta mejor. Aprovechando esto, sin querer empieza a ganarse el pan con lo que sería su profesión definitiva.

Para 1910, Gardel vivía en el 1714 de la calle Corrientes. Muy cerca se encuentra el Café O'Rodemman del cual sería la atracción principal. Entonces lo llamaban el "francesito", pero en el café lo bautizaron como "El Morocho del Abasto". También el "El Zorzal Criollo", "El mago", "El invicto" y "El troesma". Es muy posible que para ese entonces su nombre ya hubiese mutado al que finalmente adoptaría, pero oficialmente —es en esta época en que decide latinizar su nombre, cambiando la S al final de Gardes, por la L más fácil de pronunciar— había nacido Carlos Gardel, el inmortal.

Varios ritmos eran populares en el Buenos Aires de principios de siglo, las milongas, valses, bambucos y gatos entre ellos. Pero Gardel se encontró particularmente cómodo con un ritmo triste que más bien iba en contraposición a su personalidad. Entonces Astor Piazzolla todavía no había tomado al tango, una música mundana y profana, y la había convertido en el género sofisticado que conocemos hoy en día. El tango era música de hombre criollo, bailada con recelo dentro de los salones de las clases más sortarias. Además, era un baile, por lo que cuando en 1912 hizo sus primeras grabaciones para Columbia Records, en estas no hubo un solo tango.

En 1911, Gardel se unió a un novato como él, el uruguayo José Razzano "El Oriental", con quien formó el dúo Gardel-Razzano o el del "Morocho y el Oriental". Juntos recorrieron Argentina, Uruguay y Brasil, pasando del dúo al trío, y del trío al cuarteto. Sólo para volver al trío, y otra vez al dúo. En esta forma se presentarían el 8 de enero de 1914, en el Teatro Nacional de Buenos Aires. Al año siguiente irían al Uruguay y Brasil, donde la gira sería un fracaso, aún teniendo la suerte de conocer a Enrico Caruso. Gardel era un fanático de la opera y Caruso su ídolo. Por esto guardaría para siempre el recuerdo de un Caruso elogiando sus cualidades, que no eran para menos. Gardel muy bien podría haber sido un cantante lírico, tenía la capacidad toráxica necesaria y un registro de barítono con extensión de dos octavas. Pero de la opera, sólo adoptaría la tragedia como recurso narrativo en sus composiciones.

Y tragedia es lo que viviría a su regreso a Buenos Aires. El diez de diciembre de 1915, Gardel junto a otros colegas se dirigió al "Palais de Glace", un infame nightclub bonaerense famoso por sus trifulcas. Elías Alippi —leyenda del canto, la composición y el teatro y cine argentino— saludó a un grupo de muchachos que lo ignoraron por completo. Las circunstancias no son bien conocidas, pero tras intercambiar algunas palabras, los dos grupos decidieron arreglar el asunto a golpes y señalaron una plazoleta cercana a modo de arena.

Gardel fue el primero en bajar. Se preparó a dar la pelea, pero al voltear, sin aviso, se produjo una explosión. Una nube de humo, y en medio de ella, una bala que le atravesó el pecho. La muchedumbre se dispersó de inmediato y Carlos fue llevado al hospital, donde estuvo en condición crítica por cuarenta días, durante los cuales Bherte —desde hacía mucho Doña Berta— oró por la recuperación de la luz de sus ojos. Gardel se recuperaría completamente y abandonaría el hospital caminando. Por otro lado, la bala, jamás abandonaría su cuerpo y sería testigo de excepción de la vida del cantante.

Según la mitología gardeliana, quien apretó el gatillo fue un tal Guevara. Ernesto Guevara Lynch, futuro padre del Che Guevara.

Su suerte sufrió un cambio brusco en 1917. El legendario cantautor bonaerense Pascual Contursi había versionado el tango "Lita" de Samuel Castriota y le había puesto letra. El resultado lo había titulado "Mi noche triste". La pieza fue el tango con el cual Gardel dio inicio a la temporada permanente del género. "Mi noche triste" pasaría a la historia como la primera canción a ritmo de tango, que hasta entonces se había conformado con ser un baile. A los 27 años, Gardel por primera vez incluía un tango en su repertorio.

A partir de "Mi noche triste" la historia de Gardel empezó a escribirse. Su dúo era considerado el más importante de la música criolla, pero con el auge del tango, el interés por su persona, su origen y su imaginería lo convertirían en solista. El mercado del Abasto, el porteño y sobre todo el lenguaje del lunfardo, encendieron una llama que nunca se consumió. El fenómeno de la música popular es exclusivo del siglo XX. Poco queda de esta expresión espontánea de los pueblos antes de la llegada de este siglo. La música respetada y digna de ser conservada era la dedicada e impulsada por la aristocracia o la burguesía. El resto era basura. Pero los medios de comunicación dieron un vuelco a esta situación. La ambición de lucro por parte de los traficantes de música jugaría otro tanto en el cambio. Pero la gente no cambia. Tampoco sus pueblos y sus historias. Y allí estaba Gardel al borde del estrellato mundial, con un bagaje proletario que introduciría a muchos a una vida que hasta entonces no le importaba a nadie excepto a ellos mismos: el nuevo público.

El famoso Mercado del Abasto era un centro de abastecimiento popular. Había abierto el mismo año que Gardel llegó a Argentina. El lugar estaba repleto todo el tiempo de personajes coloridos: vendedores, vagabundos, bohemios, amas de casa, curas, proxenetas, muchachas de su casa y prostitutas. Todos tenían que pasar por allí, así como por lo bares y cafés de la zona, donde se conocían e interactuaban. Nadie de las clases respetables de Buenos Aires había pisado el Mercado en su vida, ni quería hacerlo. Pero súbitamente, allí estaban, enamoradas de una voz que le cantaba a quienes despreciaban. Aguantando las lágrimas por sus tragedias. Soñando conseguir un amor como el del desdichado porteño.

Y eso que entonces sólo lo habían escuchado cantar. Verlo en el cine lo elevaría a su actual status cuasi-religioso, que lo convierte en una leyenda viva. Una comiquísima anecdota es contada en las memorias de su amigo Rafael Flores. Caminaban la calle Tucumán cuando de pronto un mendigo joven reconoció a Gardel. "Carlitos, Carlitos, ayudáme". Gardel inmediatamente le pidió a Flores que le ayudara "a poner en circulación a este muchacho"

"Sin esperar mi respuesta, lo tomó del brazo y nos llevó hasta una sastrería de la calle Reconquista, donde vendían trajes usados. Carlitos se dirigió al asombrado vendedor: "¿Tiene zapatos también? Vístalo de pies a cabeza. Ah, pero antes déle una toalla mojada para que se limpie". Jamás podré olvidar esa escena. En el local había un espejo grande y, cuando el pobre muchacho se vio en él con su nueva indumentaria, lloraba y reía al mismo tiempo, sin saber qué decir. Carlitos no le dio más tiempo a reaccionar. Pagó y nos arrastró hasta una peluquería "aféitelo, péinelo y perfúmelo" le dijo al oficial. Y luego volviéndose a mí: "Esto lo pagás vos. A mí se me acabó la plata. Además, vamos a dejarle un diez (billete de diez pesos) para que pueda movilizarse y buscar trabajo". Así, mientras el peluquero hacía su trabajo, nosotros desaparecimos."

Antes de descubrir el tango, Gardel había actuado en dos películas mudas, "Flor de durazno" y "La Loba". Las películas no eran ningunas obras maestras y en ambas aparece gordo y peor aún, mudo. Por eso la experiencia le dejó un mal sabor en la boca. Pero cuando nace el cine hablado, Gardel cambió de opinión. Como actor, Gardel era un buen cantante, pero si lo lograba hacer tan bien como para opacar su falta de histrionismo, el experimento sería interesante.

Para 1930 Gardel se había separado de Razzano y su carrera como solista era bien conocida en todo el mundo. En lo que pudiera compararse a los actuales video-clips, en Argentina hizo diez cortometrajes de él cantando. Estos fueron algunos de los primeros filmes con sonido en el país. Cuando viajó ese año a París para cumplir con ciertos compromisos, fue abordado con la propuesta de hacer un largometraje. En mayo de 1931, firmó un contrato con Paramount y "Luces de Buenos Aires" se filmó casi inmediatamente.

La trama, las actuaciones y toda la película en general son —cuando más— dispensables. Pero cuando Gardel aparece cantando "Tomo y obligo", el furor transforma al público en una masa irracional que obliga a los proyeccionistas a repetir la escena "donde canta Gardel" dos y tres veces. "Espérame", "Melodía de Arrabal" causarían la misma reacción al año siguiente. Las producciones se detuvieron temporalmente por la llegada de la Gran Depresión. Pero igual las películas trabajaron maravillas en la publicidad de Gardel, quien en 1933 viajó a Nueva York y selló un trato como productor independiente. El produciría sus películas, a través de su nueva compañía, Exito's Spanish Pictures y Paramount se encargaría de distribuir los filmes. Entre mayo y julio de 1934, en los estudios Astoria en Queens, filmó "Cuesta abajo" y "El tango en Broadway". Con un Gardel en el tope de su forma física y artística, al estrenarse "Mi Buenos Aires querido" en "Cuesta Abajo", las historias de proyeccionistas repitiendo sus imágenes una y otra vez, por fin llegaron a Paramount.

"El día que me quieras" —para muchos su mejor película— se estrenó en 1935 y "Volver" su tema musical, se convirtió en una de las canciones más populares de Hispanoamérica. En esta película sucedió algo curioso. En sus andanzas por Nueva York, Gardel conoce a un chaval hijo de inmigrantes argentinos llamado Astor Piazzola. Piazzola, entonces un incipiente bandoneonísta, le servía de guía y traductor y le devolvió el favor dándole un pequeño papel en la película. Es imposible que Gardel se imaginara que Piazzola sería su heredero como representante universal del tango. Entonces Astor era sólo un niño a quien un día al verlo tocar, los regañó riendo: "¡Pibe, vos tocás el bandoneón como un gallego!".

Paramount, que publicitaba a Gardel como "The Stars of Stars" (la estrella de estrellas), lo llevó a Hollywood como el nuevo Valentino. Pero el pobre bonaerense encontraría en la lengua, que tanto triunfos le había dado, su mayor obstáculo. Jamás fue capaz de cantar efectivamente en inglés, y sus grabaciones en este idioma sólo serían publicadas tras su muerte y como una curiosidad. Sin embargo, Gardel hizo en una película en Hollywood, "The Big Broadcast", al lado de George Burns y Bing Crosby, en su primera actuación en la pantalla grande. Pero el público jamás vería su cara en filme. Gardel moriría antes del estreno de la película y sus escenas serían editadas de la versión estadounidense.

Entonces Gardel estaba a punto de cumplir 45 años y sus películas —meros asteriscos en la historia del cine— mostraban a un Gardel pétreo, pero sin duda en mejoría. En la pantalla de plata tenía la oportunidad de convertirse en una verdadera estrella mundial, lo que apresuró una gira para promover "El Día Que Me Quieras" por toda Latinoamérica.

Aunque contaba con un flujo constante de efectivo, estaba lejos de considerarse un hombre rico. A Gardel le gustaba la buena vida y las apuestas. El dinero se iba como venía y en ciertos episodios parece como si no le importara para nada. A su madre le compró una casa en el mismo barrio donde había sido planchadora y dicen que la pagó al menos tres veces. Sus mandatarios siempre salían con la misma historia: "Perdonáme, hermano, pero tuve una fija y me jugué la guita". Gardel sólo sonreía generosamente y pagaba comprensivo. Por eso la muerte lo sorprendió relativamente pobre. Tenía la casa de su madre, 80.000 pesos y algunos caballos. Pero valía oro sólido y había empezado a corregir sus malas costumbres, aunque en su testamento, antes de nombrar a su madre sucesora universal, dejaría constancia de su dejadez: "perdono todo lo que me deben."

Su vida, su madre y sus amigos, despertarían más de una suspicacia. Aunque Gardel tuvo mujeres, la presencia de estas en su vida pasó desapercibida. Esto debe haber sido una delicia para sus fanáticas quienes lo adoraban como un santo, haciendo que inclusive hoy en día sea difícil encontrar algo escrito que denigre su vida o su carrera. Que se sepa, a Gardel nunca se le ocurrió casarse y en una ocasión afirmó que "Debido a mi carrera no soy partidario del casamiento". Múltiples mujeres se atribuyeron relaciones con el Morocho, pero la falta de pruebas llevaron incluso a especular sobre su homosexualidad. Pero también los hombres —como las mujeres y las pruebas— brillan por su ausencia en una vida, que hasta en el estrellato, supo mantenerse en privado.

La gira latinoamericana comenzó el 28 de marzo de 1935, en compañía de su equipo. Alfredo Le Pera, periodista que había contratado y sus tres guitarras, José María Aguilar, Guillermo Barbieri y Ángel Domingo Riverol. Además, iba José Plajas, su profesor de inglés y su secretario Carlos Corpas Moreno y todo tipo de acompañantes intermitentes.

El grupo llegó a La Guaira el 25 de abril y tomó el tren a Caracas donde los esperaba una multitud de fanáticos, que hizo obligatoria la intervención de la policía. No hubo incidentes graves, excepto por algunas plantas pisoteadas y un peinillazo mal dirigido al pobre Alfredo Le Pera. Pero así y todo, el automóvil que los llevaba fue atacado por la turba y el artista tuvo que bajarse y caminar a su lado hasta el hotel. Las presentaciones fueron un éxito total en Caracas, Valencia y La Guaira.

Juan Vicente Gómez, presidente de Venezuela, quien no permitía este tipo de manifestaciones ni hacia él mismo, invitó curioso a Gardel para que le cantara. Cosa que Gardel hizo en el "Hotel Jardín" de Maracay, donde acompañado por sus tres guitarristas interpretó siete temas, incluyendo irónicamente el estilo "Pobre gallo bataraz". Gómez, escuchó tranquilo el verso "Pobre gallo bataraz / se te está abriendo el pellejo / ya ni pa'dar un consejo / como dicen te encontrás / porque estás enclenque y viejo / pobre gallo bataraz". El dictador, hombre de legendario sentido del humor, aplaudió el espectáculo sin reservas. Y José María Aguilar se encargó de cerrarlo con una improvisación. "Con permiso, mi general, voy a ejecutar el himno uruguayo" y enseguida tocó "La cumparsita".

Gómez le regaló a los músicos diez mil bolívares (actualmente unos 40 millones de bolívares ) y siguieron su rumbo camino a Maracaibo, no sin antes hacer la obligatoria parada en Carabobo. Gardel sabía que su madre había vivido en ese estado, por lo que le escribe: "Estuve en Puerto Cabello, gran éxito también, ya te contaré cuando esté allí". Curiosamente, no le menciona su presentación frente a Gómez, y tras veintidós días en el país, viaja a Colombia vía Las Antillas Holandesas, donde se comenta, que donó diez mil bolívares que Gómez le había regalado, a un grupo de exiliados que conoció allí.

Gardel llegó a Medellín el 8 de junio, y de allí partió a Bogotá, donde permaneció por ocho días antes de partir a Cali. En Bogotá, según José Plajas, la noche antes del viaje, Gardel se fue a jugar póquer. "Voy a jugar unas perras gordas para hacer tiempo", le dijo al maestro. Y en hacer el tiempo, lo sorprendió el alba perdiendo el avión. El piloto había calculado que de salir temprano podían aprovechar el buen tiempo para ir directo a Cali sin hacer escala. Pero la tardanza lo obligó a hacer una parada en Medellín para reabastecerse de combustible.

En Medellín el avión se detuvo por un par de horas. Los músicos comieron y empezaron a cargar alrededor de las 2 de la tarde. Los tanques estaban llenos al máximo y además de los pasajeros, cargaban los instrumentos, el material promocional y los rollos de película. Todo, excepto los humanos, era altamente combustible.

"Bueno, Indio, nos queda una hora y cuarto, y después, aunque se rompan todos estos bichos, no subimos nunca más a ninguno de ellos" —Gardel le dijo a Aguilar mientras el avión aún estaba en tierra, y cuando el piloto dio la orden de ponerse los cinturones de seguridad todos lo hicieron menos él, cosa que más tarde diría, fue lo que le salvó la vida.

"Las últimas palabras que pronunció Gardel fueron para pedirme un caramelo y un poco de algodón para los oídos. "¿Qué estás comiendo, Indio?" me dijo al advertir que lo hacía con una golosina. "Chiclet" le contesté. "Bueno, dame" —agregando— ¿"Tenés algodón?".

En algunas versiones, el piloto quiso hacerle una jugarreta a un colega. En otras, una pelea en el avión terminó en un disparo que mató al piloto. Pero como sea, el avión de Gardel dio un giro y se dirigió directamente a un avión llamado "Manizales" que se preparaba listo para partir y con los tanques llenos hasta el tope. Según testigos, la explosión fue como la de una bomba atómica.

Dieciséis personas morirían en el accidente. En el "Manizales" todos. En el de Gardel, sólo Plaja, Riverol y Aguilar saldrían con vida. Riverol moriría dos días después.

Los restos de Gardel fueron recuperados inmediatamente. Los forenses lo reconocieron entre otras cosas, por la fila impecable de dientes y una placa que le colgaba del cuello inscrita con su información. "Carlos Gardel, Juan Jaures 735, Buenos Aires". En Bogotá había cantado su última canción. La misma que había hecho que el público hiciera repetir a los proyeccionistas de todo el mundo las escenas de su primera película, "Tomo y obligo" y en la misma emisora, la Voz de Víctor, transmitirían no mucho después la noticia de su muerte.

Varias teorías nacieron sobre la causa del accidente. Una de ellas establece el sobrepeso como causa de que el avión no pudiese despegar. Otra dice que fue el piloto del "Manizales" quien disparó al verlo venir directamente hacia él con la esperanza inútil de desviar su ruta. Sin embargo, estas teorías jamás podrán ser probadas con certeza, pero tomaron fuerza cuando en el pecho de Gardel encontraron incrustada una segunda bala, que durante la autopsia y tras 20 años de viaje nocturno por fin pudo abandonar su cuerpo.

Leído 57050 veces Modificado por última vez el Miércoles, 26 Febrero 2020 01:41
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